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_aVargas Llosa, Mario,
_d1936-
245 1 0 _aElogio de la madrastra
_cMario Vargas Llosa
_h[Texto impreso]
260 _aLima :
_bPEISA,
_c1999
300 _a195 p. :
_bil. ;
_c21 cm.
505 0 _aEl cumpleanos de dona Lucrecia -- Candaules, rey de Lidia -- Las orejas del miercoles -- Ojos como luciernagas -- Diana despues de su baño -- Las abluciones de don Rigoberto -- Venus con amor y musica -- La sal de sus lagrimas -- Semblanza de humano -- Tuberosa y sensual -- Sobremesa -- Laberinto de amor -- Las malas palabras -- El joven Rosado
520 _a“Elogio de la madrastra” es un elogio (valga la redundancia) del erotismo, de la perversidad de la inocencia y de la felicidad y el efecto liberador del sexo. Todo ello aderezado magistralmente con un estimulante paseo por la particular y sugerente pinacoteca del protagonista (Jordaens, Boucher, Tiziano, Bacon…) que revela las fantasías eróticas de los personajes. Don Rigoberto, su esposa Doña Lucrecia y Fonchito, hijo de él e hijastro de ella, forman un triángulo amoroso unido y separado por sus pasiones cruzadas y cuyo hilo argumental es la progresiva seducción de Lucrecia por parte de su angelical hijastro. Don Rigoberto es un cincuentón con una realidad anodina que trata de superar con una rica vida mental. Cree que la felicidad existe donde es posible: en el cuerpo propio y en el de la amada, en sus solitarios rituales higiénicos por partes que le conducen hacia la perfección “... tuvo la ocurrencia de ir transformando lo que para el común de los mortales era una rutina que ejecutaban con inconsciencia de máquinas – cepillarse los dientes, enjuagarse, etc.- en un quehacer refinado que, aunque fuera por un tiempo fugaz, hacía de él un ser perfecto… Tenía la semana distribuida en órganos y miembros: lunes, manos, martes, pies, miércoles, orejas, jueves, nariz, viernes, cabellos, sábado, ojos y domingo, piel” y en el amor de su hermosa y apetecible mujer (“de formas blancas, ubérrimas, duras todavía”) que también ha conseguido la felicidad casándose con Rigoberto y con el que cada noche practica el sexo de forma desinhibida y procaz. A la dicha de ella se suma el haber conseguido la adoración de su hijastro, Fonchito, amalgama de vicio y virtud, de santidad y pecado, cuya actitud hacia ella, inocente y perversa a la vez, exalta y corrompe a Lucrecia y desgarra la inicial armonía familiar. “… porque cuando lo veía pequeñín, arrodillado en el suelo, contemplándola como si su madrastra acabara de bajar del Paraíso, o cuando sus bracitos y su cuerpo frágil se soldaban a ella… doña Lucrecia no podía impedir que le sobresaltara a veces un ramalazo de excitación, una vaharada de deseo…” portada_elogio_de_la_madrastra Erógena, pictórica, transgresora, picantona, lasciva, filosófica, carnal, abundante en perversiones… son características que se funden en “Elogio de la madrastra” y hacen que su lectura se convierta en una experiencia estimulante, deliciosa y altamente recomendable. Y si esta obra es de tu gusto, puedes seguir disfrutando con su continuación en el tiempo: “Los cuadernos de Don Rigoberto” (1997) en la que Vargas Llosa retoma la narración donde la dejó.
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