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Los cuadernos de don Rigoberto Mario Vargas Llosa [Texto impreso]

Por: Vargas Llosa, Mario, 1936-.
Tipo de material: materialTypeLabelLibroEditor: Lima, Perú : Alfaguara, 2005Edición: 1a reimp.Descripción: 382 p. : 23 cm.ISBN: 8420482633.Tema(s): Novela peruana -- Siglo XX | Escritores peruanos (Vargas Llosa) | Literatura peruanaClasificación CDD: 863
Contenidos:
Contenido: El regreso de Fonchito -- Intrucciones para el arquitecto -- La noche de los gatos -- El fetichismo de los nombres -- Las cositas de Egon Schiele -- Clorofila y bosta -- El sueño de Pluto -- Imperativos del sediento viajero -- La semana ideal -- El juego de los cuadros -- La rebelión de los clítoris -- Borrachera con carambola -- Amor a la orejas voladoras -- Fonchito en lágrimas -- Diatriba contra el deportista -- Los hermanos Corsos -- Arpía leonada y alada -- Fonchito y las niñas -- Carta al rotario -- El olor de las viudas -- Menú diminutivo -- El anónimo -- Exaltación y defensa de las fobias -- El calzoncito de la profesora -- Prohibiciones a la belleza -- El dedo gordo de Egon Schiele -- Ni caballito de totora ni torito de Pucará -- ¡Maldito Onetti! ¡Bendito Onetti! -- Juegos invisibles -- Fiera en el espejo -- Carta al lector de "playboy" o tratado mínimo de estética -- Un piececito -- Estofado de tigre -- La cita del Sheraton -- La baba del gusano -- El sueño es vida -- La víbora y la lamprea -- Epilogo -- Una familia feliz.
Resumen: Resumen: Los cuadernos que este maduro empleado de una compañía de seguros llena con anotaciones e historias terminan por formar un refinado compendio de la imaginación erótica. Los cuadernos son como un baúl del que se van extrayendo inesperados relatos, atesorados por el personaje con mayor celo que si fueran reales. "Don Rigoberto es un cincuentón que tiene un oficio muy anodino", explica el autor. "Esta existencia tan banal contrasta con una vida mental muy rica con la que se defiende de la banalidad. En su mundo secreto él es todo lo contrario al personaje real, en él viven audacias y aventuras. Estructura sus fantasías con tanta intensidad que desaparecen las fronteras entre la verdad y la ficción". La vida ideal de este personaje no se detiene ante nada ni nadie. Es una búsqueda cada vez más desprejuiciada del placer. "Una vida mental rica y propia exige curiosidad, malicia, fantasía y deseos insatisfechos, es decir, una mente sucia, malos pensamientos, floración de imágenes prohibidas, apetitos que induzcan a explorar lo desconocido, desacatos sistemáticos a las ideas heredadas, los conocimientos manoseados y los valores en boga", escribe don Rigoberto. La particularidad de estas fantasías es que parten de pinturas, obras literarias y piezas musicales. "La ficción es un mundo mucho más vasto, del que la literatura es sólo una rama. Todos nosotros creamos mundos ficticios a partir de deseos y los introducimos en la vida real. Incorporamos a nuestros sueños la pintura, las artes, el cine, la televisión... Ése es el tema de Los cuadernos de don Rigoberto", explica Vargas Llosa. Según él, se trata de una ficción que se alimenta de ficciones. No sólo asimila y "metaboliza" obras plásticas, sino también literarias. La lista de obras citadas es larga y sugerente. Es un verdadero y exquisito índice de la pintura y la literatura erótica. La nueva novela de Mario Vargas Llosa se desenvuelve en un universo semejante al recreado en Elogio de la madrastra. Parte de los mismos personajes y la continúa en el lugar y en el tiempo. Ambientada en la ciudad de Lima, esta nueva novela va mucho más allá que la primera. "Don Rigoberto tenía el alto mérito de exaltar hasta extremos deicidas el derecho del ser humano de insurgir contra lo establecido en razón de sus deseos , de cambiar el mundo valiéndose de la fantasía, aunque fuera por el efímero período de una lectura o un sueño", escribe el autor en la novela. Dueño de una moral forjada en las cámaras más recónditas del deseo, el protagonista hace amplias exposiciones de sus ideas. Defiende, por ejemplo, que "en el dominio privado", que es el de estos fantasmas, todo debe estar permitido entre adultos que consientan en el juego y en las reglas del juego para su mutua diversión. Y sin embargo, como manifestó ya, tras la publicación de Elogio de la madrastra, no es partidario de que se "municipalice" el erotismo. "La permisividad, la liberación de las costumbres, la desaparición de los tabúes, son buenas cosas para la sociedad, pero malas para el erotismo", afirmó en 1988 y lo sigue manteniendo hoy en esta novela. "La legalización y reconocimiento público del erotismo lo municipaliza, cancela y encanalla, volviéndolo pornografía, triste quehacer al que defino como erotismo para pobres de bolsillo y de espíritu. La pornografía es pasiva y colectivista, el erotismo creador e individual, aun cuando se ejercite de a dos o de a tres". Como contrapunto al florido universo de don Rigoberto, está el inquietante y perturbador ambiente que se forja alrededor de su pequeño hijo, Fonchito. Obsesionado con la vida y la obra del pintor austríaco Egon Schiele, el muchacho se sueña como la encarnación del pintor maldito y su misterioso mundo de niñas perversas y autorretratos angustiosos. Entre ellos, la madrastra. Una mujer que es para ambos la figura principal de ese doble mundo de deseos y realidades. Una mujer a la medida de sus más exigentes fantasías. La nueva novela de Vargas Llosa es quizá su obra definitiva sobre el erotismo. En ella se despliegan ante el lector las claves que la cultura de todos los tiempos ha dado, a través del arte, sobre los misterios del placer sensual. El arte en Los cuadernos de don Rigoberto Pocas veces, si alguna, se ha dedicado la literatura a reunir en una sola obra un museo imaginario tan completo y sugerente como el que Mario Vargas Llosa ha conseguido en Los cuadernos de Don Rigoberto. "Es una novela que tiene que ver con la pintura y con el erotismo", ha afirmado el autor de Pantaleón y las visitadoras, otra de sus incursiones literarias en el universo de la sensualidad y el humor. Hace mucho que me tentaba la idea de un relato utilizando como punto de partida algunos cuadros que por una razón que para mí no estaba del todo clara -esas cosas no están nunca del todo claras, y en realidad eso es lo hechicero que tienen- llevaba siempre presentes en la memoria", dijo en ese momento el escritor. "Un día un pintor peruano, Fernando, me propuso un experimento, una historia que haríamos a cuatro manos, yo escribiéndola y el pintándola, una historia en la que las palabras y las imágenes se irían inseminando recíprocamente. El experimento no resultó, pero fue el impulso que puso en movimiento el proceso del que resultó este relato", afirmó Vargas Llosa tras la publicación de Elogio de la madrastra. Al hablar de la nueva obra, Vargas Llosa ha aludido a esta idea germinal y a la necesidad que sintió de completar mucho más las perspectivas de la primera. La novela desarrolla principalmente dos mundos imaginarios, el de don Rigoberto y el de su hijo, Fonchito. Ambos, y cada uno con criterios dispares, pueblan sus irreprimibles fantasías eróticas con las imágenes de cuadros de todas las épocas. La novela puede leerse como un paseo excitante por la gran pinacoteca del universo sensual. Entra en esta colección, con lugar preferente, la obra del austríaco Egon Schiele. Sus desnudos de niñas y sus retorcidos autorretratos se convierten en escenarios de acción amatoria. Imágenes como las de Desnudo reclinado con medias verdes, Dos jovencitas yaciendo entreveradas, muchacha desnuda de cabellos negros, Schiele pintando una modelo desnuda delante del espejo o Madre e hijo crean en el artista adolescente el deseo de emular a su admirado pintor. ¿Cómo apropiarse de ese universo deseado, cómo recrearlo sin limitarse a copiar? Sólo la fértil imaginación infantil es capaz de encontrar la manera de convertirlo en vivencias propias. Mientras tanto, don Rigoberto visita otras salas de este ideal museo. En ellas aparecen obras como Desnudo con gato, de Balthus; El origen del mundo y Pereza y lujuria, de Courbet; Diana y sus compañeras, de Johannes Vermeer; La Priére y La espalda de Kiki de Montparnasse, de Man Ray; las criaturas de Jonas Drentwett, en el salón de los grotescos del Museo de Arte Barroco Austríaco; los grabados eróticos de Utamaro o El baño turco, de Ingres. Para don Rigoberto, su ansiada mujer, Lucrecia, se convierte en Mesalina y en Leda; fantasea a su antojo con Magdalena y Salomé; pueblan sus sueños Diana con su arco y sus fechas, la Maja desnuda, la casta Susana, la Odalisca de Ingres, una marquesita de Watteau, una ninfa de Tiziano, una Virgen de Murillo, una Madonna de Piero della Francesca, una geisha de Fujita, una prostituta de Tolouse-Lautrec y una burguesa de Vermeer. Con todas ellas juega a su antojo, extrayéndolas de su marco para hacer de esas ficciones de otros artistas las suyas propias. Los cuadernos de don Rigoberto proponen un exquisito recorrido por la historia de la pintura en sus facetas más incitantes. Una novela para amantes del arte. O, simplemente, una novela para los que saben reconocer en el amor la más perfecta de las bellas artes.
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Non-fiction PQ 8497 V32C 2005 (Navegar estantería) 1 Disponible MAIN1510001043

Contenido: El regreso de Fonchito -- Intrucciones para el arquitecto -- La noche de los gatos -- El fetichismo de los nombres -- Las cositas de Egon Schiele -- Clorofila y bosta -- El sueño de Pluto -- Imperativos del sediento viajero -- La semana ideal -- El juego de los cuadros -- La rebelión de los clítoris -- Borrachera con carambola -- Amor a la orejas voladoras -- Fonchito en lágrimas -- Diatriba contra el deportista -- Los hermanos Corsos -- Arpía leonada y alada -- Fonchito y las niñas -- Carta al rotario -- El olor de las viudas -- Menú diminutivo -- El anónimo -- Exaltación y defensa de las fobias -- El calzoncito de la profesora -- Prohibiciones a la belleza -- El dedo gordo de Egon Schiele -- Ni caballito de totora ni torito de Pucará -- ¡Maldito Onetti! ¡Bendito Onetti! -- Juegos invisibles -- Fiera en el espejo -- Carta al lector de "playboy" o tratado mínimo de estética -- Un piececito -- Estofado de tigre -- La cita del Sheraton -- La baba del gusano -- El sueño es vida -- La víbora y la lamprea -- Epilogo -- Una familia feliz.

Resumen: Los cuadernos que este maduro empleado de una compañía de seguros llena con anotaciones e historias terminan por formar un refinado compendio de la imaginación erótica. Los cuadernos son como un baúl del que se van extrayendo inesperados relatos, atesorados por el personaje con mayor celo que si fueran reales. "Don Rigoberto es un cincuentón que tiene un oficio muy anodino", explica el autor. "Esta existencia tan banal contrasta con una vida mental muy rica con la que se defiende de la banalidad. En su mundo secreto él es todo lo contrario al personaje real, en él viven audacias y aventuras. Estructura sus fantasías con tanta intensidad que desaparecen las fronteras entre la verdad y la ficción". La vida ideal de este personaje no se detiene ante nada ni nadie. Es una búsqueda cada vez más desprejuiciada del placer. "Una vida mental rica y propia exige curiosidad, malicia, fantasía y deseos insatisfechos, es decir, una mente sucia, malos pensamientos, floración de imágenes prohibidas, apetitos que induzcan a explorar lo desconocido, desacatos sistemáticos a las ideas heredadas, los conocimientos manoseados y los valores en boga", escribe don Rigoberto. La particularidad de estas fantasías es que parten de pinturas, obras literarias y piezas musicales. "La ficción es un mundo mucho más vasto, del que la literatura es sólo una rama. Todos nosotros creamos mundos ficticios a partir de deseos y los introducimos en la vida real. Incorporamos a nuestros sueños la pintura, las artes, el cine, la televisión... Ése es el tema de Los cuadernos de don Rigoberto", explica Vargas Llosa. Según él, se trata de una ficción que se alimenta de ficciones. No sólo asimila y "metaboliza" obras plásticas, sino también literarias. La lista de obras citadas es larga y sugerente. Es un verdadero y exquisito índice de la pintura y la literatura erótica. La nueva novela de Mario Vargas Llosa se desenvuelve en un universo semejante al recreado en Elogio de la madrastra. Parte de los mismos personajes y la continúa en el lugar y en el tiempo. Ambientada en la ciudad de Lima, esta nueva novela va mucho más allá que la primera. "Don Rigoberto tenía el alto mérito de exaltar hasta extremos deicidas el derecho del ser humano de insurgir contra lo establecido en razón de sus deseos , de cambiar el mundo valiéndose de la fantasía, aunque fuera por el efímero período de una lectura o un sueño", escribe el autor en la novela. Dueño de una moral forjada en las cámaras más recónditas del deseo, el protagonista hace amplias exposiciones de sus ideas. Defiende, por ejemplo, que "en el dominio privado", que es el de estos fantasmas, todo debe estar permitido entre adultos que consientan en el juego y en las reglas del juego para su mutua diversión. Y sin embargo, como manifestó ya, tras la publicación de Elogio de la madrastra, no es partidario de que se "municipalice" el erotismo. "La permisividad, la liberación de las costumbres, la desaparición de los tabúes, son buenas cosas para la sociedad, pero malas para el erotismo", afirmó en 1988 y lo sigue manteniendo hoy en esta novela. "La legalización y reconocimiento público del erotismo lo municipaliza, cancela y encanalla, volviéndolo pornografía, triste quehacer al que defino como erotismo para pobres de bolsillo y de espíritu. La pornografía es pasiva y colectivista, el erotismo creador e individual, aun cuando se ejercite de a dos o de a tres". Como contrapunto al florido universo de don Rigoberto, está el inquietante y perturbador ambiente que se forja alrededor de su pequeño hijo, Fonchito. Obsesionado con la vida y la obra del pintor austríaco Egon Schiele, el muchacho se sueña como la encarnación del pintor maldito y su misterioso mundo de niñas perversas y autorretratos angustiosos. Entre ellos, la madrastra. Una mujer que es para ambos la figura principal de ese doble mundo de deseos y realidades. Una mujer a la medida de sus más exigentes fantasías. La nueva novela de Vargas Llosa es quizá su obra definitiva sobre el erotismo. En ella se despliegan ante el lector las claves que la cultura de todos los tiempos ha dado, a través del arte, sobre los misterios del placer sensual. El arte en Los cuadernos de don Rigoberto Pocas veces, si alguna, se ha dedicado la literatura a reunir en una sola obra un museo imaginario tan completo y sugerente como el que Mario Vargas Llosa ha conseguido en Los cuadernos de Don Rigoberto. "Es una novela que tiene que ver con la pintura y con el erotismo", ha afirmado el autor de Pantaleón y las visitadoras, otra de sus incursiones literarias en el universo de la sensualidad y el humor. Hace mucho que me tentaba la idea de un relato utilizando como punto de partida algunos cuadros que por una razón que para mí no estaba del todo clara -esas cosas no están nunca del todo claras, y en realidad eso es lo hechicero que tienen- llevaba siempre presentes en la memoria", dijo en ese momento el escritor. "Un día un pintor peruano, Fernando, me propuso un experimento, una historia que haríamos a cuatro manos, yo escribiéndola y el pintándola, una historia en la que las palabras y las imágenes se irían inseminando recíprocamente. El experimento no resultó, pero fue el impulso que puso en movimiento el proceso del que resultó este relato", afirmó Vargas Llosa tras la publicación de Elogio de la madrastra. Al hablar de la nueva obra, Vargas Llosa ha aludido a esta idea germinal y a la necesidad que sintió de completar mucho más las perspectivas de la primera. La novela desarrolla principalmente dos mundos imaginarios, el de don Rigoberto y el de su hijo, Fonchito. Ambos, y cada uno con criterios dispares, pueblan sus irreprimibles fantasías eróticas con las imágenes de cuadros de todas las épocas. La novela puede leerse como un paseo excitante por la gran pinacoteca del universo sensual. Entra en esta colección, con lugar preferente, la obra del austríaco Egon Schiele. Sus desnudos de niñas y sus retorcidos autorretratos se convierten en escenarios de acción amatoria. Imágenes como las de Desnudo reclinado con medias verdes, Dos jovencitas yaciendo entreveradas, muchacha desnuda de cabellos negros, Schiele pintando una modelo desnuda delante del espejo o Madre e hijo crean en el artista adolescente el deseo de emular a su admirado pintor. ¿Cómo apropiarse de ese universo deseado, cómo recrearlo sin limitarse a copiar? Sólo la fértil imaginación infantil es capaz de encontrar la manera de convertirlo en vivencias propias. Mientras tanto, don Rigoberto visita otras salas de este ideal museo. En ellas aparecen obras como Desnudo con gato, de Balthus; El origen del mundo y Pereza y lujuria, de Courbet; Diana y sus compañeras, de Johannes Vermeer; La Priére y La espalda de Kiki de Montparnasse, de Man Ray; las criaturas de Jonas Drentwett, en el salón de los grotescos del Museo de Arte Barroco Austríaco; los grabados eróticos de Utamaro o El baño turco, de Ingres. Para don Rigoberto, su ansiada mujer, Lucrecia, se convierte en Mesalina y en Leda; fantasea a su antojo con Magdalena y Salomé; pueblan sus sueños Diana con su arco y sus fechas, la Maja desnuda, la casta Susana, la Odalisca de Ingres, una marquesita de Watteau, una ninfa de Tiziano, una Virgen de Murillo, una Madonna de Piero della Francesca, una geisha de Fujita, una prostituta de Tolouse-Lautrec y una burguesa de Vermeer. Con todas ellas juega a su antojo, extrayéndolas de su marco para hacer de esas ficciones de otros artistas las suyas propias. Los cuadernos de don Rigoberto proponen un exquisito recorrido por la historia de la pintura en sus facetas más incitantes. Una novela para amantes del arte. O, simplemente, una novela para los que saben reconocer en el amor la más perfecta de las bellas artes.

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